Pasos que descienden

Fecha: 10 de agosto de 2017 Categoría: Gotas Góticas Comentarios: 0

Escribía en mi lugar favorito cuando escuché unos pequeños pasos bajar por la escalera. No quise voltear. Seguí escribiendo como si no pasara nada pero atento a lo que ocurría. Es parte de un pequeño ritual que pocas veces comparto con alguien. Ocurre de vez en cuando, si estoy sentado en ese mismo lugar a un lado de la escalera que lleva al segundo piso. Entonces, como suele pasar, percibí la imagen de un niño descendiendo, tomando algo del suelo y volviendo a subir con pasos apresurados, como temeroso de que alguien pudiera sorprenderlo. Nada fuera de lo común, quizás, pero ningún niño vive aquí. Alguien quizás se alarme de lo que digo, pero yo lo dejo pasar. Ya estoy acostumbrado. La primera vez me sorprendí, miré de prisa y hasta dejé escapar alguna exclamación de sorpresa, pero la imagen se desvaneció y nunca pude recuperarla. Así me sucedió en otras ocasiones. Siempre que intenté mirar al niño o incluso hablarle, el encanto se rompió y el lugar volvió a su habitual silencio. Ahora ya no lo intento. Sólo lo dejo en paz. Me imagino que es un pequeño fantasma que desciende de una escalera que sólo existe en sus sueños, para tomar algo que dejó olvidado antes de irse de este mundo. No lo sé. Tampoco intento explicarlo de más. Sólo se lo permito. El día que muera, que espero no sea pronto, intentaré comunicarme con ese niño si es que todavía anda por aquí. Le diré que deje de usar esa escalera, que no tiene caso bajar por algo que ya no existe y volver a subir con pasos apresurados. Le diré también que es mejor dejar los pendientes por la paz y buscar qué es lo que sigue. Pero si no logro convencerlo, intentaré hacerle compañía y bajaré con él cuantas veces sea necesario para ayudarle a recoger eso que dejó olvidado en el suelo. Lo haré hasta que entienda que eso es absurdo y que deberíamos ir a otro lugar. Quizás entonces algún nuevo inquilino se pregunte la razón de que, muy de vez en cuando, cuando esté por allí sentado en lo que fue mi lugar favorito, pueda ver la figura de un niño y de un adulto voluminoso que descienden obsesivos por esa escalera para recoger algo del suelo y después subir apresurados. Quizás sea algo divertido. Espero que, al menos, ese nuevo inquilino tenga la decencia de dejarnos subir y bajar todas las veces que queramos, sin molestarnos con miradas directas, exclamaciones de sorpresa o burdos intentos de comunicación. En esta vida o la otra se debe dejar en paz a los que andan por allí, bajando, subiendo y recogiendo cosas olvidadas.

Compartir en

Deja tu comentario